martes, 24 de enero de 2017

Alí Chumacero, Poesía Completa, Ed. Coyoacán, ed. 2, 2001, México, D.F. 861M CH985 P63 2001
* 19  TU SILENCIO, YO
Miro caer violines de tu boca,
tristes, mustrios, sin alas
pregonando el desierto en que floreces;
miro el silencio del nocturno sueño
dibujando campanas inertes, sin motivo,
que forjan tu verano de ternura
y que hoy, escondiendo sus lenguas milagrosas
te definen en el arpegio del silencio.
Te estoy mirando
como una fuente destrozada,
prisionera de un callado espanto
nacido en la elegía de tu boca,
antiguo río de pájaros luminosos.
Mi agonizante voz o aire de recien nacido
es arbusto de niebla frente a tu selva trunca;
esta callada voz, desesperada estrella
sin música saliendo del desastre,
cae destruida en su raíz
al invierno de tu sonido.
Sé que tus labios yermos no aletean,
puerta de casa derrumbada,
porque un dolido ensueño te ha cercado,
te ha escondido en su alcoba
cubriéndote de sábanas luctuosas
entre confusas nubes.
No quiero conocer la voz de tu plalabra
hecha pedazos en tu boca
ni cortar tu trayecto de mariposa ya sin alas,
porque mi cuerpo hierve límites
de elegías agonizantes
y me satura tu sonido de carretera abandonada.
He pensado lanzar
a los ángulos de tu oscuridad
y físicamente resuelvan tu inmutable silencio.
Pero no. Amo más esa heroica mudez,
más que a tu mirada caída
deshojada en la inmóvil soledad,
como náufrago fuego en un jardín.
Te hago murmurar la pier sin riudo,
atada entre mi cuerpo,
ante el presagio del silencio,
y al fin he de quedar en el silencio
después de ahogar mi canto en tu silencio.

* 23 A UNA FLOR INMERSA
Cae la rosa, cae
atravesando el agua,
lenta por el cristal de sombra
en que su tallo ahoga;
desciende imperceptible,
clara, ingrávida, pura
y las olas la cubren, la desnudan,
la vuelven a su aroma,
hácenla navegante por la savia
que de la tierra nace
y asciende temblorosa,
desbordada la ternura de su tacto
en verde prisionero,
y al fin revienta en flor
como el esclavo que de noche sueña
en una luz que rompa
los orígenes de su sueño,
como el desnudo ciervo, cuando la fuente brota,
que moja con su vaho la corriente
destrozando su imagen.
Cae más aún, cae
más allá de su savia,
sobre la losa del sepulcro,
en la mirada de un canario herido
que atreve el último aletazo
para internarse mudo entre las sombras.
Cae sobre mi mano
inclinándose más y más al tacto,
cede a su suavidad de sábana mortuoria
y como un pálido recuerdo
o ángel desalado
pierde una estela de su aroma,
deja una huella: pie que no se posa
y yeso que se apaga en el silencio.
*  25  OLA
Hacia la arena tibia se desliza
la flor de las espumas fugitivas,
y en su cristal navega el aire herido,
imperceptible, desplomado, oscuro
como paloma que de pronto niega
de su mármol idéntico el estío
o el miedo que en silencios se apresura
y sólo huella fuese de un viraje,
melancólica niebla que al oído
dejara su tranquilo desaliento.
Mas el aire es quien fragua, sosegado,
la caricia sombría, el beso amargo
que al fin fatigará el oculto aroma
de la arena doliente, deseosa,
ávida, estéril sombra pensativa,
cuerpo anegado en un cansancio oscuro
sometido al murmullo de aquel beso.
Hermosa así, desnuda, ya no es
la carne iluminada cual la flecha
que en el viento describe lujuriosa
el temblor que después ha de entregar;
ni es la boca ardiente, enamorada,
insaciable al contacto, al beso ávida
como profundo aroma silencioso;
ni la pasión del fuego hacia el aliento
destruyendo lo inmóvil de la sombra
para precipitarla en lo que ha sido,
sino que, ya ternura del cautivo
que sabe dónde amor le está esperando,
quiebra su forma, pierde su albedrío
y en un instante de candor o ala
ahogada en un anhelo suspendido,
como ciega tormenta despeñada
abandónase al cuerpo que la acosa
y a su encuentro es caricia, oscura imagen
de rudo impulso convertido en plumas
o tinieblas perdidas para siempre,
y sabe cómo al fin la arena es tumba,
frontera temblorosa donde se abren
las flores fugitivas de la espuma,
resueltas ya en silencio y lentitud.
* 29 VENCIDOS
Igual que roca o rosa, renacemos
y somos como aroma o sueño tumultuoso
en incesante amor por nuestro duelo;
fugitivos sin fin que el rostro guardan,
mudos cadáveres precipitados
a una impasible tempestad;
y morimos en nuestras propias manos,
sin saber de agonías,
caídos descuidados al abismo,
a través de catástrofes en nuestro corazón dormidas,
así tan simplemente, que al mirar un espejo
hallamos dentro sombras silenciosas
o una paloma destrozada.
Porque nada delata que existamos
en esta soledad del pensamiento,
y el olvido desciende hacia la tierra
como un equívoco de Dios,
dormida imagen donde en sueños
se martiriza por saberse bello;
porque es inútil la embriaguez
que nos cubre de olvidos contra el mundo
cuando es la lentitud
y el sentirse arrojados sobre el lecho,
como el cesar y el impedir,
lo que alimenta nuestro amor
y el incansable continuar entre los hombres,
del dolor de la carne enamorados.
Igual que rosa o roca:
crueles cadáveres sin agonía.
* 30  ESPEJO DE ZOZOBRA
Me miro frente a mi, rendido,
escuchando latir mi propia sangre,
con la atención desnuda
del que espera encontrarse en un espejo
o en el fondo del agua
cuando, tendiendo el cuerpo, ve acercarse
su sombra, lenta e inclinada,
a la suprema conjunción
de dos pulsos perdidos en sí mismos,
como doble sueño o palabra
inserta en eco hasta llegar
a la primera orilla del silencio.
En espejo de sueños estoy junto a mí mismo
y mi imagen se asoma alargando los brazos,
buscando asir lo inasidero,
lo que dentro de mi resuena
como sombra apresada en las tinieblas
que quisiera hallar una luz
para poder nacer.
Estoy junto a la sombra que proyecta mi sombra
dentro de mí, sitiado,
intacto, descansando leve
sobre mi propia forma: mi agonia,
y en vano quiero ya cerrar los ojos,
dejar los brazos a su propio peso
o que el agua del silencio lave mi cuerpo,
pues ya mi sueño frente a mí me nombra,
ya destroza el espejo en que se guarda
y reclina su voz sobre la mía:
ya estoy frente a la muerte.
* 31 MUERTE DEL HOMBRE
Si acaso el ángel desplegara
la sábana final de mi agonía
y levantara el sueño que me diste, oh vida,
un sueño como ave perdida entre la niebla,
igual al pez que no comprende
la ola en que navega
o el peligro cercano con las redes;
si acaso el ángel frente a mí dijera
la última palabra,
la decisión mortal de mi destino
y plegando las alas junto a mi cuerpo hablara,
como cuando el rocio desciende lento hacia la rosa
al dar el primer paso la mañana,
ya miraría en mi sangre
el negro navegar, la noche incierta,
el pájaro que sufre sin sus alas
y la más grave lentitud: la muerte.
Aun cerca de la íntima agonía
estás, oh muerte, clara como espejo;
más abierta que el mar,
más segura que el aire que entró por la ventana,
más mía y más ajena
por mi sangre y mis brazos
en esta soledad.
Estás tan fértil como niño
que, angustiado, llora antes de ser,
entre la sangre siendo
y por la piel más vivo que la piel;
te llevo como árbol, tierra y cauce,
y eres la savia pura,
la flor, la espuma y la sonrisa,
eres el sér que por mi sangre es
como la estrella última del cielo.
Si acaso el ángel sigiloso
abriera la ventana de mi sangre,
te miraría salir interminablemente
como un tiempo cansado
hacia su sombra vuelto,
como quien frente al mundo se gregunta:
"¿En qué lugar está mi soledad?"
Si acaso el ángel me mirara,
abierta ya la niebla de mi carne,
sin nubes, sin estrellas,
sin tiempo en que mecer la luz de mi agonía,
encontraría tan sólo a ti, oh muerte,
llevándome a tu lado, fiel;
te encontraría tan sola a ti, sin mí,
ya sin cuerpo ni voz,
sin angustia ni sueños,
te hallara entonces pura, oh muerte mía.
33  ANUNCIACIÓN
Inserto en soledad
de palabra vertida
que apenas hiriera el silencio,
siento la voz del sueño
con su descenso casi imperceptible
y sus labios de hielo,
mas no el letal dolor que de mí nace,
ni la perenne dicha del misterio aclarado
más allá de las cosas,
del último verano de la sangre
que en su final latir
crece trémula y nos inunda
de su postrer sollozo,
sino el misterio mismo con su propia presencia,
sus invisibles alas, sus invencibles olas
y la marea con que ahoga
la más inunda palabra
o aun la propia voz,
y llega sobre el lecho, silencioso,
negando su sonido,
a destacar su dura esencia
a despertar mi sueño con su sombra,
a rescatarse en mí
como cristal que guarda el recuerdo del aire,
como cuando el silencio
navega en aguas del silencio,
y sobre mi cuerpo desnudo,
tocando con su piel la húmeda frialdad
de mis labios y voz,
llegando hasta debajo de mis párpados,
me inunda lentamente, me apresa con sus redes
y en su océano quedo
como última voz abandonada
o el naufragio de sombra sobre sombra,
y comprendo que sueño y sombra,
confusos para siempre,
no pueden exclamar: "Esta es mi sangre."
35  ANESTESIA FINAL
La muerte bajo el agua
y la noche navegara lentamente.
Herida va mi sangre,
más ligera que el sueño
y el despertar sediento del inicial recuerdo.
Una mortal navegación a oscuras,
marítimo dolor, cristal amargo;
un estar descendiendo
sin encontrarse asido,
como un río que fuera de los pies a las manos
junto al sopor nocturno;
un tornar las cortinas de la sangre,
la boca atropellada de silencios,
como si labios húmedos
cayeran en mi huella
deletreando ausencia entre las manos
¿Quién asciende hasta el último suspiro?
¿Quién bebe la cicuta del agua entre la muerte?
¿Quién destroza el silencio?
¿Quién en silencio vive?
Dejo flotar mi piel
a través del cristal en que me ahogo
como espejo en la noche,
más delgada mi sangre y mis nervios al aire:
esfuerzo que me hunde en lo destruido,
voraz calor que me devora.
El sonido, ah cómo sabe a río,
urdido como estrellas apenas presentidas,
resbala por la piel de mis espaldas
cuando descubro, trunco,
el tallo derrotado en que me creo;
su beso es el comienzo de la muerte,
el negro navegar
y la escala sin brazos.
Me hundo en un océano de yodo;
sabor de invierno lecho en selva de mi carne,
cazadora nocturna,
que herida ya en su forma
descúbrese en dolor adormecida.
Así me voy perdiendo cercado en mis contornos,
cercano a mi silencio
cuando navego en aguas de la muerte.
37 REALIDAD Y SUEÑO
Náufrago de mi propio sueño,
como si transportara en la flor de los labios
el silencio desnudo,
más que la sangre muda de hospital
muerta en el abandono;
con la tristeza del que viaja
por un aire sin viaje,
reducido al silencio
bajo un olor de rosa no pensada,
cuando el jardín no sabe si la flor es un sueño
o la esperanza presentida;
fijo en mis latitudes
con el límite sueño entre las manos,
en su cauce la sangre detenida
y el temor de que llegue hasta mi tacto
la presión más efimera
o la más fina flor ya derribada;
límite y carne, sueño ilimitado
bajo la sábana, tan blanca,
por la que corre sangre
como la vena rota
en la piel de una virgen;
amigo de mí mismo
igual al hombre que presiente
la altura de su sombra
a la hora del último camino,
cara al ángel que viaja hacia mi encuentro
con la blancura íntima del niño aún no nacido,
me recuesto en mis venas
doloroso y sediento, sin mis nervios
ni el recuerdo inicial,
aquel primer encuentro con la muerte
tan clara, pura y sombra.
Siento que un mar lejano,
hundido como puerto bajo niebla,
hasta mi llega, cuando poso mi mano ávida
sobre el temor de mi sombría piel,
igual que un río inmóvil camina por los campos,
y de la sombra de mi aliento,
lento y desnudo, fiel a mi destino,
con mi sangre en el hielo,
más fría que la estatua bajo el agua,
con el frío en las manos
y la desnuda voz enmudecida,
hacia mi sombra vuelvo,
retorno a mi naufragio.
* 41 JARDÍN DE CENIZA
Haber creído alguna vez
viendo la noche desplomarse al mundo
y una tristeza al corazón volcada,
y después ese cuerpo que oprimen nuestras manos:
la mujer que sonríe
y sobre el lecho se nos vuelve
cadáver mutilado en el recuerdo,
como mentira ínfima
o rosa desde siglos viviendo en el silencio.
Y sin embargo en ella nos perdemos,
muertos contra sus brazos, en su misterio mudos
tal una voz que nadie escucha,
frutos ya de cadáver de amor, petrificados;
su placer nos sostiene sobre un mendido mundo,
ahí nos consumimos continuando
en la vana tarea interminable,
y luego no creemos nada,
somos desolación o cruel recuerdo,
vacío que no encuentra mar ni forma,
rumor desvanecido en un duro lamento de ataúdes.
* 41  DEBATE DEL CUERPO
Lamento que entre tumbas se consume
como época de sombra en una desatada tempestad,
mi corazón esparce su evidencia,
su dura flor de roca desolada
y al desbordarse forma
un cálido latir sobre la piel;
golpean más allá del cuerpo sus defendidos límites
prolongando su extrema vigilancia
contra un mundo al fin eco de mi sueño.
En ceniza y olvido ha de morir,
mas hoy insiste aquí como quien baña
con un lenguaje mudo sus palabras,
surgido de una voz que interminable se repite
acaso en sombra madurando,
a través de su luz dormida sobre los sentidos
para crear un mundo de armonía,
como un deshecho aliento que retorna a su origen
y vuelve a ser imagen de su fuente.
Y soy yo mismo su violento impulso
al anegarme entre mi propia carne,
viviendo en ella defendido,
cómplice de mi sér que contra el tiempo me levanta
con su voraz sentir la vida dentro,
y me abandona a cóleras y miedos,
me hunde en témpanos de espadas,
cuando al mover sus aguas con mis labios,
en lucha contra mi recuerdo,
frente a formas ajenas a mi imagen,
como un abismo ya sin nada cercano al corazón,
en ella me refugio, convencido
de que existo en la vida de mi piel,
habitando el sepulcro de mi cuerpo.
Aquí me encuentro oscuro e incorpóreo,
sin un viento que cambie mi identidad continua,
y luego me someto a su olvidado duelo
de lágrimas calladas,
como nace un olvido de otro olvido
y una roca es igual a su dureza.
Habito mi probable noche, mi laurel de adversario
sobre la arena trémulo abatido,
y viajo por mi cuerpo en testimonio  de que no existe un espejo
o simple fuente contra mí rebelde,
porque soy mi enemigo sentenciado,
mi propia víctima, la orilla
 saciada entre sus límites, en su constante incesto
o presagio de mar que no requiere playa.
* 47  POEMA DE AMOROSA RAÍZ
Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni el la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.
*48  DE TIEMPO A ESPACIO
Naciste desde el fondo de la noche,
del sueño donde el tiempo comienza a ser raíz
y la mirada sólo tibio aire,
cuando aún no era ojo, sino apenas un viento suave
un aroma erigido sin mano que lo toque.
Eras la flor ahogada flotando sobre el cuerpo
en nuestro amanecer hacia la luz;
destrozabas la noche con tus ojos,
hundida en mi desnudo
tal un vivo rumor de brisa que al oído
volcara la virtud de su marea,
y mi aliento en tu savia navegaba,
y tu voz en mi pulso se moría
como sombra de ave agonizante,
transformando mi cuerpo en sueño tuyo,
en vivo espejo abandonado
o silencio que cruza los espacios
* 54  EL PENSAMIENTO OLVIDADO
Pensar en tu mirada y en mi olvido
dejando el pensamiento dilatado
a través de tus ojos,
anegado de su mismo vivir con tu sentido;
después mirar tu olvido que en mí asoma
como una rosa que al espacio diera
leve prolongación y luego fuera
la propia luz que toca con su aroma,
es entregarme a ti sin más denuedo
que la lucha del cuerpo contra el viento,
y contigo soñando estar tan quedo
como náufrago mar o vano intento:
porque ya que pensarte en mí no puedo,
dejo olvidado en ti mi pensamiento.
64  ESPEJO Y AGUA
Tu alma en mí dejó su fría imagen,
sólo recuerdo de lo que vivías,
y si al espejo miro y me reflejo
allí encuentro tus ojos, tu silencio de cera
con un reposo de apagado aliento,
como si descendiendo arenas
o un tropel de recuerdos
sobre mi piel, con sosegado paso
hacia el cristal cayeran.
¿No caen hojas como frases muertas,
y mis ojos en ti no fueron rosas ahogadas en tu aroma?
Si al agua miras, mira
mi corazón ornado de sepulcros
bajo las olas que lo mueven,
crecido entre las ruinas de tu nombre
entre perderse en muerte o florecer
como una eterna espera o el lamento
de un Adán impasible que soñaba
contigo y tu mentido Paraíso.
Porque al mirarte contra el agua, miras
mi pensamiento en tu alma suspendido.
* 65 EL SUEÑO DE ADAN
Ligera fue tu voz, mas tu palabra dura
con vuelo de paloma sin más peso
que su inmóvil cruzar el mar del viento;
y persistes como un sonido bajo el agua,
desde mi piel al aire levantada,
ligera como fuiste, como esa ala
que olvidada del mundo se recrea,
convertida en ausencia y en olvido.
Vivo de oírme el cuerpo y de entregarme al tiempo
como a un rumbo sin luz la adormecida rosa,
como asoma en el sueño y luego muere
el cielo que una tarde contemplamos,
y oigo la vida en mí, su aliento te recuerda
ingrávida, en latidos desprendida,
con un temblor de silenciosas aguas
de su propia amargura renaciendo.
Sufres conmigo cuando sólo miro
que el amor es un cuerpo de imágenes poblado,
y caricia se llama a tocar el recuerdo,
a sentir las tinieblas en las manos
y en un esfuerzo inútil oponerse
a ese tiempo que arrastra nuestro duelo
hasta inclinar los labios a la nieve
y tender en ceniza nuestros cuerpos.
Te siente el corazón como un aroma
que en un eco perdiera sus imágenes,
y me palpo la piel tocando en ella
la tersura del agua donde yaces,
y después que solo, enamorado
de esta voz que del cuerpo te desprende
tornada en pensamiento, y en palabras te crea,
nacida nuevamente de mi sueño.
* 67  LA FORMA DEL VACIO
Pienso que el sueño existe porque existo;
pero si contra el mundo cruzo rostros
y de ligeros vientos alzo vuelos,
túnicas que no han de vestir estatuas,
y con palabras que después desaparecen,
violadas de improviso,
evoco su mirada y sus palabras: "cielo", "vida"
que eran como un andar a oscuras,
tan tristes como yo y como mi alma,
como cuando la noche se derrumba
y viene hasta mis manos decaída,
pienso que existo porque el sueño existe.
Puedo encontrar las huellas que abandono:
el hombre una vez amaba,
sus brazos, sus cansancios, su mirada
y su visible pensamiento,
olvidada columna en mi memoria,
y todo lo que puedo enumerar:
la tarde que a su lado había,
la noche de su voz y la desierta
despedida de entonces.
Pienso también: "La tierra es mi enemiga",
mas los seres que habitan su amargura
defienden mi existencia,
luchan con mi tristeza y cada día
presiento que he de hallar diversas tierras,
otras miradas, nuevas formas
hacia mi sueño transportadas,
hechas amor o cándidas caricias
como viajeras que en lo oscuro mueren
sin conocer la tierra donde yacen.
encontraré también nuevas tristezas,
ojos que ya no miran, cadáveres vacíos
y otra vez el recuerdo de sus ojos
el anhelar sediento que abandonaba en mí,
su muerta voz, su despedida.
Pero jamás conoceré mi propio sueño,
el alma que pretende defenderme,
mi corazón vacío, ni mi forma.
* 69  RETORNO (ITS)
Donde estoy nada queda
y existir es vivir en tu recuerdo,
ver una luz atravesando
el rumor arrancado de un cádaver,
escuchar a pesar del miedo
la palabra de un niño que gemía
y tener en las manos un hálito, un temblor
y un profundo lamento ensombrecido.
Pensar en ti no es pensar
con alguien o con algo
sino hundirme en mí mismo y mi principio,
como llegando a un extremo donde fluyen
una tranquilidad de corazón roído,
una amargura de rencor oscuro,
un retornar al hombre desgarrado,
y recordar que el pensamiento muere
a través de ese tiempo que a ti te pertenece,
sin más impulso que tu desamparo,
como una prolongada enfermedad,
como sonido que flotara en un abismo.
Y todo vive inútilmente:
adonde miro allí me encuentro
en vano espejo de mi soledad,
con simulado rostro de Narciso
o humo que pretende conservarse;
hallo sólo tinieblas
y empiezo a caminar por dentro de mi cuerpo,
y aquí te palpo y me maldigo
porque vuelves a ser, pero en recuerdo.
Vivo ahora contigo y nada turba
la posesión del tiempo en que viviste,
y nada ha de cambiar mi pensamiento
cuando pensar en ti es contemplar
mi propia voz por sueños invadida
y dolerme de haber creído en mí
como en algo que existe fuera de todo tiempo,
de mí mismo nutrido,
seguro de mi voz.
Amarte hoy sería desertar,
huir del odio que por mí acreciento
bajo el latido de mi corazón;
fuera negar la luz que al rumor sobrevive,
o afirmar que la flor
no crecerá jamás en mis entrañas
con un sabor de imagen prolongada
a través de la carne,
sobre el silencio húmedo del túmulo
de esta mi soledad que resucita y me regresa
al desierto en que siempre había creído.
81  VIAJE EN EL TIEMPO
Más crueles que el amor, el tiempo y el olvido:
inmóviles viajeros, dueños de los espacios
y amantes de los rostros muertos en la ceniza,
cubren de ausencia el mundo y sus continuas lágrimas.
Larga fue la esperanza, la tarde y el deshielo
de cristales ardidos detrás de la ventana;
perduraba la vieja fotografía, siempre
eufórica de sombra y de grises recuerdos,
cuando el amor sabía a oliente eternidad.
Más permanecia, más aroma contenido
y tacto que en sí mismo guarda su testimonio
fueron los besos fúnebres de la amante lejana;
todo era persistencia, engaño y agonía
hechos de polvo férvido, de virgen consunción.
Olas que sobre el viento la muchacha abandona
y mundo que en sus ojos salva su dencellez,
ruina se tornan luego, descanso mutilado
o el viaje sin límites y el inviolable incendio
de imágenes que caen desiertas en la arena.
La mirada, el amor, los árboles y el vicio,
los besos, las estrellas, el ángel de la guarda,
víctimas bajo un puente de horror y de silencio,
corren de llama en llama, juegan con los adioses
y al fin lavan sus cuerpos en sepulcros tranquilos.
Las mujeres perdidas luchan a nuestro lado,
en vano se defienden de aquello que no existe:
la fátiga del hombre dormirá entre sus senos
y sombra habrá de ser, cuando la tierra sienta
las olas submarinas de sus ojos inútiles.
Sobre el tiempo navegan el mundo y el olvido.
83 RECUERDA...
 Todo va a un lugar: todo es hecho del polvo,
 y todo se tornará en el mismo polvo.
   Eclasiastés, III, 20.
Vuelca su fiel aroma sobre el vaso,
lluvia de sueño o suavidad de forma,
y dentro, en el desnudo, se conforma
la lentitud aciaga de su paso.
Más fino que la luz. Como la nieve
límite de paloma, se convierte
en un silencio que rocío vierte
al velo del cadáver que lo mueve.
Así se hunde en agua congelada
ahogándose en los mares del olvido,
e idéntico al cristal, voz deformada
o mudo espejo del aliento herido,
clama en su transparencia: "El sér es nada",
mas el sér es el polvo adormecido.
* 87 AMOR ENTRE RUINAS
 ... Je gouterai le fard pleuré par tes paupieres,
 pour voir s'il sait donner au coeur que tu
 frappas l'insensibilité de l'azur et des pierres.
   Stephane Mellarmé
  1
Como un incendio al aire desatado
o una flor suspensa sobre el agua,
en lenta consunción
nuestros desnudos abren el cauce del deseo
desbordándose en alas y gemidos de silencioso aroma;
encienden sobre el tacto un suave mar que inunda
con sus trémulas olas palpitando
a través de la piel, acumuladas
bajo el húmedo aliento de los labios
y este duro anegarse en humo o en temblor
surgido desde el sueño, como eterna marea que consume
el herido temor donde flotamos.
Cerca mi cuerpo al tuyo dolorido,
cíngulo ardiente que a tu carne ciñe
volcándola hacia el vuelo de mi mano
al tacto deslizada,
ola, caricia o llama
sobre el silencio de tu piel,
en esta soledad de nuestro lecho.
Pero entre el fuego al fin la carne es mar herido,
es caracol devuelto hacia la playa
luz temblorosa que no asoma
su densa claridad sobre el abismo,
y como pluma, sólo ofrece bajo el aire
la impalpable tersura de su sombra,
sin ser ya más incendio o pétalo, sueño o cauce
sino la roca misma y su dureza,
un lento ver la arena creciendo sobre el cuerpo
hasta sentir que la vioelncia es sólo yeso destrozado
en la inmovilidad yacente del silencio.
 2
Sube la espuma, hacia el aliento asciende
nacida de este sueño que en alas se desata,
hiriente, desolada, afirmando en los labios
su duro incendio congelado
y su lento sabor a mar que nos satura
con un turbado anhelo,
dejándonos tan solos con la noche,
tan íntimos en ella que su apagada imagen somos,
ya olvidado su ardor entre la niebla,
cuando ella se desploma espesa,
tal una ola funesta que rozara
con sus labios la huella de la rosa,
ahí donde los muslos trémulos, anhelantes
sueñan con el azogue más ciervo del espejo
y la huida del agua arrastrando una sombra.
Como vino de túmulo o un sabor precipitado en alas,
te siento diluido entre los labios;
en la playa del cuerpo yergues tu aliento mudo;
sobre mis dedos corres;
creces en mis cabellos, vivos tallos
que en ti murmuran una canción de brisa derrumbada,
y el tiempo se detiene en su carrera,
convertido en el témpano que al agua inmoviliza,
como largo silencio o paloma sin alas,
cuando tal una imperceptible ráfaga,
la más pequeña arena perdida entre las olas,
deslizada en tus venas
dejo la imagen de mi amor, cautiva
dentro, bajo el correr de tu desnudo,
Mas cuando sólo la caricia nos embriaga
te ciñes al cristal, vives la clara vida
de este limpio sonido que en mis oídos yace;
desnudo y silencioso caes
con lentitud de aroma en la penumbra,
hecho rumor del tacto
bajo la sábana que como lluvia
transformada en rocío desciende sobre el pétalo
y nos erige, diáfanos,
ya para siempre espuma, aliento derrotado,
más rescoldo que cauce o alarido,
más ceniza que humo,
más sombra, más desnudos.
 3
¿Desde cuándo, en qué espacio de silencio
miras, maduras, mueres?
¿En qué oído reposa el eco,
la forma de tu voz quebrada bajo el labio?
¿Dónde extraviaste el impalpable vaho
que de pronto rompía los silencios?
¿Bajo cuál aire nace el tacto, esa lenta agua
que en su humedad delata la presencia invisible de la llama,
la huella mortecina de tu cuerpo?
Muere el deseo, mas el sueño en tu desnudo vive
invadiendo tu aliento con su niebla,
y es la profunda música oída entre tu rostro
o aflorando a la piel que te contiene.
Porque tu voz al fin fue derribada
bajo esta florecida calidez de mi aliento,
deslizándose agónica, marchita
bajo el silencio espeso de la almohada.
Lánguida espuma,
muda penumbra convertida en sombra,
espesura tronchada cuando destrozas el cristal y mueres,
y eres el inoído pulso hermano,
el paralelo aroma que se apega
o la herida que duele sin sentirse,
tal el inverno de una flor antigua
que no cediera forma ni color;
cuando sabes a mar, ya congelado,
a íntimo sepulcro,
a lágrima rodando por el mármol
delatándo todo con su paso,
y no miro a tus ojos
por temor de encontrarme asesinado.
 4
Escucho más allá del lecho tu agonizante aliento,
tan leve como un hielo olvidado en el frío,
opaco más aún que las pupilas náufragas
de quien advierte su descenso
hacia las aguas de la noche
y en la sombra palpita adormecido.
Eres el joven que rompió el espejo
destruyendo la imagen de mi aliento;
cabron desnudo y recostado en nieve,
semejante al retoño,
al corazón que ahonda en la ceniza
buscando vanamente su destrozada sístole.
Más allá del espacio de tu cuerpo,
de la inmovilidad que a tu desnudo oprime,
como un incendio en ruinas
a través de la lluvia contemplado,
tal un abierto cielo sin ángeles ni plumas,
sin ecos que respondan,
estás como la brisa,
tímida alondra de las alas rotas;
clara, inmóvil, desvanecida,
mirando el angustiado movimiento,
el temblor sollozante de mis brazos;
viendo cómo amanezco
inmerso en la humedad nacida de tu piel,
con el tacto apagado
entre el aroma espeso que nos ciñe,
nadando entre el desnudo y el descenso
bajo espumas de fuego,
en tanto un sueño grave, un miedo
que se adhiere a los cuerpos y a los labios
navega entre mis manos
 5
Ven a morar en mí, acércate a mi duelo
bajo mis brazos fatigados
y el callado rumor que nos desciñe;
vuelca tu aliento estremecido,
el dolido perfume de tu cuerpo,
desnuda, sola rosa aérea,
flor que en la sábana deshiela
mas no se rompe y sí naufraga
en la isla frutal de nuestro lecho.
Amortajado río,
cómo deslizas y en penumbra duermes
dejando transparente el cuerpo
para después morir en las tinieblas;
cómo solloza por tu piel el sueño
hasta dejar en ti la roca,
el mar, la brisa, el pétalo de aroma disecado.
Oscuro estás, oscuro
cabrón tendido sobre el lecho, pedirdo entre tus olas
mientras descansa, agónico y destruido,
el aliento lucero que incendiaba los aires
abriendo entre la noche un gran árbol de luz,
ahora tu desnudo yerto está,
amortiguado bajo su agonía,
quieto como la noche y la tristeza de mis labios,
y tus brazos al fin cedidos,
derrumbados bajo mi cuerpo,
me dejan a tu orilla,
solo con soledad de pluma y abandono
o río subterráneo.
Vivo bajo la piel
y soy la sombra sólida que contra el sueño lucha:
respiro inconsolado reposando
en tus labios los míos temblorosos,
agonizante entre tus manos
como náufrago o ala sin espacio,
dejando inmóvil mi desnudo
tal un sonido amargo de sílabas deshechas,
y soy un balbuceo,
un aroma caído entre tus piernas rocas:
soy un eco.
* 93  ELEGIA DEL MARINO
Los cuerpos se recuerdan en el tuyo:
su delicia, su amor o sufrimiento.
Si noche fuera amar, ya tu mirada
en incesante oscuridad me anega.
Pasan las sombras, voces que a mi oído
dijeron lo que ahora resucitas,
y en tus labios los nombres nuevamente
vuelven a ser memoria de otros nombres.
El otoño, la rosa y las violetas
nacen de ti, movidos por un viento
cuyo origen viniera de otros labios
aún entre los míos.
Un aire triste arrastra las imágenes
que de tu cuerpo surgen
como hálito de una sepultura:
mármol y resplandor casi desiertos,
iolvidada su danza entre la noche.
Mas el tiempo disipa nuestras sombras,
y habré de ser el hombre sin retorno,
amante de un cadáver en la memoria vivo.
entonces te hallaré de nuevo en otros cuerpos.
94  POEMA DONDE AMOR DICE
Eres el tallo que los ojos hiere
murmurando una luz anochecida;
eres aliento encadenado al fuego,
paloma navegando en la mirada
con inocencia de disuelto aroma.
Eres perfume espeso, flor vencida,
caricia de un aroma enamorado;
eres espacio donde se origina
un oscuro gemido prisionero
como latido de ala en el rocío.
Eres lenta penumbra que los labios
cruza en silencio; apenas leve huella
de un sabor a la sombra derramado;
espuma prisionera en su cristal,
hecha sonido, luz, aroma y pluma.
Eres tal un murmullo transparente
en temblorosa vibración vertido;
eres flor de aire que navega incierta
como sonoro viaje hacia el oído
o aleteo herido de azucena.
eres aroma preso entre mis manos
hasta decir caricia fugitiva:
una huida paloma sobre el cuerpo,
al contacto del mío temblorosa,
bajo el cálido vuelo de mi tacto.
Más cruzas como un sueño desnudado,
fugaz como el correr del agua pura;
sueño que se desborda de su forma,
última espuma que en tu piel murmura
la postrera fatiga del deseo.
Sólo un aroma erige la blancura
o aurora de tu voz acariciada,
así de alba es la antigua ola
que urdida en sal y caracol asicende
y después en afán queda anegada.
Así también mis labios en silencio
reciben el murmullo de tu piel,
al oír a las alas de tus poros
convertirse en alientos y gemidos
y en un suave sudor de flor tranquila.
Entonces ya no labios, sino oídos
ardientes para asirte y contemplarte
como a estatua bañada por la música
de una tristeza o ángel deslizado
que mordiera tu imagen silenciosa.
Porque el tacto ilumana tu desnudo
que a su trémulo encuentro se ha mudado
en sal, paloma, vuelo, rosa y llama,
y oye cómo por tu piel florece
y madura la sombra de la muerte.
96 DESTRUCCIÓN DE LOS SENTIDOS
  I
Iníciase el silencio de tus ojos,
naciente soledad bajo mi aliento;
es cíngulo mortal que sobre el cuerpo
desciñe tus gemidos de abandono.
Es como mar sitiado por la cólera
este duro silencio, luz que hiere
ahogándome en un sueño donde crece
el más tenaz dolor que me devora.
No existe sino duelo, oscuridad:
una indeleble noche que se inicia
desde el voraz silencio de tus párpados.
Ojos y oídos mueren: el mirar
y el oír con violencia me deslizan
sin sonido ni luz entre tus brazos.
  II
Vivo en tus brazos como un sueño solo,
y soy la ola erguida nuevamente
que de la espuma hacia la playa asciende
y cae destrozada entre tus ojos.
Como la luz que arrancas de mis párpados,
ceniza de tinieblas y de abismo;
como el ciego latir de mis oídos,
ya recuerdo de aire sobre mármol,
volveré a ser el destrozado beso
ávido de anegarse entre tus labios,
y sentiré de nuevo sobre el cuerpo
el oscuro silencio de tu pelo,
el delgado murmullo de tus manos
y la tristeza última del sueño.
98  ELEGÍA DE LA IMAGEN
Diré que te perdía sin saberlo.
Era mi corazón el signo de tu mano,
la mirada destruida cuando cierras los ojos,
el temeroso eco de la palabra última
navegando entre lágrimas.
Me adormecía fúnebre caricia
al respirar tu piel como una larga ausencia,
y en mi desesperanza oía
esa respiración que te arrastraba,
indefensa, a las aguas del silencio.
ahora pienso en tu infinita
ternura, como limpia canción de madrugada,
en la brisa caída de tu cuerpo
y en aquellos gemidos que me dejaban solo
a tu lado, como un presentimiento,
viajero yo tambiéen de tu melancolía.
Al espacio pregunto, al aire escucho,
y hallo sólo la voz de tu lamento
en un lenguaje aciago fluyendo hacia mi oído.
Pero aunque seas lánguída ceniza
o la eterna viajera fugitiva,
permanezco diciendo: "Imagen mía,
perdida por los siglos de los siglos."
99  EL SECRETO
Permanece el secreto. De sus labios
ni el más leve sonido se levanta,
inviolables así bajo la noche,
sitiados de lamentos que olvidamos
si salían de alguna voz o eran
una infinita ausencia, como virgen
vagando sobre tumbas, confundida
entre el salobre aire del misterio.
Pregunto al rostro que tinieblas vence,
adivinando si en la superficie
muere un viaje iniciado desde el alma
o el sosegado pulso de las horas,
y veo que su curso descendía
la ruina aureolada del sollozo
y una dolida juventud de niña
ya para siempre imagen de silencio.
Desdicha interrogar si en su abandono
habría de posarse mi palabra,
como el viento viajero hacia la rosa
de su caricia misma agonizando,
y sólo conocer que aquellos ojos
no miran otra imagen que la suya
y los labios callados permanecen
ignorantes guardianes de un secreto.
101 ...
Si naufraga mi voz, el labio inicia
tu nombre sin cesar, y ahí germina
pues no soy sino sueño, lirio, ruina,
designio de tu lárguida caricia.
desmayas en mis brazos y agoniza
tu casto amor de corazón en celo,
y lágrima y palabra son ceniza
* 126 PROSA DEL SOLITARIO
Tras el último sorbo a su cáfé, se levantaba
en súbita marea o párpado
y un "Deséame suerte" precedía
su cotidiano ir hacia la calle.
Al despedirse, el paso amarillento
y el desvaído oler de su perfume
el aire removían, agitaban el humo
como ardiente mirada que perturba.
Después la habitación al orden sucumbía.
Yo miraba la oculta mudez de las alcobas
noche a noche habitadas,
sus oceánicos lechos oscilantes
al gozo de aquel cuerpo de vana arquitectura.
El oído sabía el germen de su luto
al presentir las frases masculinas,
murallas de fulgor y cementerio
irónico que simultáneamente,
mientras yo recorría la longitud del cuarto,
sobre el deleite echaban halos de pedernal,
aire podrido, máscaras humedecidas por el crimen.
La espera hacía recordar vigilias
y escenas polvorientas que encendieron
de pálida vejez
nuestro invisible amor avergonzado.
Del reposo ascendía oscura compasión
para atenuar conversaciones casi conyugales,
hacer propósitos de enmienda
y negarse a pedir auxilio frente a muebles
como tristeza o musgo y ceniceros ávidos.
En óleo del insulto la lengua se tornaba,
era manzana al fermentar, pisoteado
establo y voz que atravesó
por un atardecer como salón vacío.
Sólo un nublar de espadas, un afán
de indolencia y un dormir a la sombra del muro
sin esperanza daban al corazón el testimonio
de latir en la orilla del pecado.
Todo mi ser entonces perdonaba
el "Deséame suerte" en sus tranquilos labios
aún manchados por el sorbo último.
134 ...
Muchos cruzaron la tormenta, muchos
amanecían a su lado: azufre victorioso
en inmortal historia acontecido, bestias
rendidas para siempre al usurpar la cima del asedio.
135...
... a solas
solía renacer cuando salía de aquel inmundo cuarto.
...
... por fin
inmune al implacable sudor fluyendo en sed
para el sediento o cólera labrada en el antiguo ariete.
142... el añorar insomne
143... el espíritu entre sombras cruza
hacinado en deseos muertos:
...
... nauseabundo olor de ardientes madrugadas.
145 ...
ardiente en avidez mas serenado
por el secreto impulso de su cieno.
...
... alguien que abandona la ciudad
rumbo al río del nunca más volver
150 ...
... una frase
desencadena ecos sucesivos,
yesca para el cortejo que camina
paso a paso, de rastro a albor, detrás
de la cercana imagen precedente.
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